El auspicio sobrará para lo cruel, y los culturados de la política y la empresa transnacional toxico-ambiental aplaudirán regocijados el sufrimiento del cornúpeta y pezuñas. Se pondrán de pie y lanzarán flores al camalero de chalequito vistoso y poto parado.
Y ese analfabeto vestido de luces persignándose levantará el escapulario con la imagen del “Señor de los milagros” recordándonos que la crueldad del humano tiene semejanza valía a un padre nuestro con el “amen” manchado de la sangre de un ser inocente que no sabe porque lo matan.
Es el remedo de lo que no es nuestro. Es la bisutería de la que muchos reniegan que nos halla conquistado, pero que anhelamos imitar con la ecolalia de lo bajo y más perverso. Es la tauromaquia, la cultura de los incultos. La mierda que se nos ocurrió copiar desde 1946 con exquisitez de bárbaro.
Cual es el derecho que posee el ser humano para tamaña salvajada. Como nos engañamos creyendo que esta barbarie con lentejuelas, mallas y traje de luces, es parte de una celebración “tradicional” bien organizada. No es otra cosa que un gran negocio para inhumanos de tortura despiadada y consentida para crueles.
Como leí en una revista muy antigua. Resulta que en este enfrentamiento, uno de los dos esta condenado de antemano, es la ignominia de las reglas que solo favorecerán al bípedo. Al cuadrúpedo antes del ruedo se le purga con Sulfato de Sosa para producirle diarrea. Se les inyecta 1 ó 2 cm cúbicos de un fuerte inmunodepresor llamado inmovilón-revivón para aturdirles por eso se caen muchas veces de patas delanteras en el ruedo, están drogados por los solícitos veterinarios; que deben ser alumnos del doctor Mortis ó compañeros de Josef Menguele.
Minutos antes que salga la bestia al coso, se les golpea los riñones con costales de arena y se le patea los testículos. Les recortan las puntas de los cuernos, se les unta vaselina en los ojos para nublarles la visión, por lo que atacan todo lo que se mueve. Por último, y ayudados de "pinchos eléctricos" o de objetos punzantes e hirientes, se les obliga a entrar en el ruedo, por eso cuando hacen su aparición recorren toda la arena en actitud aparentemente furiosa, cuando realmente tan solo son animales aterrorizados que buscan con desesperación una salida. Todas estas engañifas deshonestas se hacen luego de la misa del “Señor de los Milagros” y en la más absoluta reserva.
En plena faena el famoso Picador montado, es el encargado de clavarle la pica al toro, un arpón de 15 cm de largo por 5cm de diámetro con el fin de desgarrarle y cortarle los músculos del cuello y la espalda, lo que ocasionará que el toro no pueda alzar más la cabeza. Por cierto, el caballo acaba con múltiples y dolorosas fracturas de costillas, aun a pesar de llevar el peto que es un armazón tejido, muy grueso y pesado, por lo que se le suele cortar las cuerdas vocales para que no relinche a las fuertes envestidas.
La hemorragia del toro comienza a ser evidente, una vez mermado el astado, entran en el ruedo los banderilleros encargados de incrustarle seis punzantes y cortantes banderillas de 8cm de largo, cuya misión es desgarrarle aun más la carne con cada movimiento del animal. Ya, la hemorragia es profusa y el toro comienza a debilitarse.
Muy mermado el toro, fatigado y asustado, El matador vestido con pinta de maricón, toma la espada con la sola intención de acabar la faena clavándole el estoque de casi un metro con el propósito de perforarle el corazón o algún vaso sanguíneo, e incluso los pulmones, provocándole vómitos de sangre y una lenta agonía.
Mientras tanto la multitud delira, arroja flores y aplaude a rabiar por el excelente espectáculo. Una vez más se pone de manifiesto la superioridad del hombre, que no es otra cosa que la superioridad de la pura cojudez.
Finalmente se le da la puntilla, con la intención de seccionar la médula espinal, lo que provoca la inmovilidad del animal pero continuando consciente de lo que ocurre mientras agoniza. En muchos casos tras bambalinas al toro se le destaza o descuartiza aun vivo.
Tome éste fragmento de un comentario escrito por don Cesar Hildebrandt, dice así: [...] El Comercio nunca deja de sorprender con sus majaderías. El lunes 30 de julio del 2007, en la página once (tenía que ser) de ese cuadernillo que titula “Luces” y que alumbra la cultura peruana con su foco ahorrador de 25 vatios, se permitió publicar un artículo titulado “Un mecanismo anula el dolor al toro bravo en la lidia”.
Ya el título era idiota y hubiese bastado con él, pero un señor de nombre Bartolomé Puigróss, editor de esa sección, se lanzó a recoger la tesis de un madrileño que debe ser plumífero a sueldo de los matarifes con culito (o sea los toreros), y que ha llegado a la conclusión de que las betaendorfinas (hormonas del placer) liberadas en la lidia neutralizan el dolor del toro.
Es más, el plumífero en cuestión señala que los toros que no son arponeados por las banderillas ni desgarrados por la pica ni finalmente asesinados por un analfabeto vestido de maricón (o sea el torero otra vez), es decir los toros bien tratados como en Portugal, ésos sufren más que los banderillados y los matados lentamente en las plazas de la barbarie [...].
Quizás algún amante depravado de sangre inocente o algún fatuo del progreso recúlelo piense ¿Para qué tanto escándalo? si solo son toros, bestias, animales que para eso están, para divertirnos con el “arte” de la muleta y la banderilla; algo que deberían clavar en el culo al que tuvo la genial idea de ésta "Feria Milagrosa".
De seguro un buen humano sin alma pensará; primero estamos nosotros los hombres, el ejemplo de la creación de Dios, padre del Señor de los Milagros, patrono del mes morado, el turrón y la plaza de Acho.
Ya paren esa crueldad, esa "cultura" insana.
Ya paren esa crueldad, esa "cultura" insana.