Me considero un adulto lo suficientemente preocupado por sí mismo que sabe, que una de las cosas que me hace mejor y que nos permite avanzar como humanos; es el amor a los animales. He recordado con cierta congoja a la que fue mi última mascota; mi perro príncipe. Por suerte, no tuvo la suerte de esos pobres “perrillos de indias” que usan los universitarios y que San Roque parece haber olvidado.
Pero la indignación de lo que vieron mis ojos, casi me cuesta romper mi laptop, he irremediablemente vuelve a surgir esa misantropía que trato de sujetar dentro de mí en vano. Mientras observo circunspecto como los estudiantes de la Universidad Popular “Jorge Basadre Grohmann” van degollando a esos perros dormidos contra su voluntad, cercenados con malicia de saber cómo es por dentro para aprobar tal a cual curso.
Pero de otro lado; esos carniceros que parecen estudiantes de medicina, no tiene la culpa de aquello. Ellos también son víctimas, como los perros que destripan, de éste sistema educativo “superior”. Ellos han caído en ese saco roto de la oferta y la demanda estudiantil de carreras “profesionales”, en esa ruleta sin premio que son las universidades, ofreciendo carreras, cuando apenas y cuentan con infraestructura básica para algunas. En fin ese es otro tema.
Pero viendo esto he recordado todo aquello que me exaspera de la bestia mayor contra los animales. Como cuando lo que de niño siempre visitaba alegre popcorn en mano ante la parafernalia circense. De adulto me indigna saber de mala tinta lo que realmente ocurría y ocurre.
De niño me impresionaban aquellos leones de melena orgullosa, pero hoy me impresiona más saber que estas fieras nacidas libres para ser los reyes de la llanura africana, son reyes de dos metros y medio por un metro de jaula. Cuantos rugidos, son rugidos gemebundos de aridez y estrés porque no son ni están en lo que naturalmente les reservo su existencia. Comen las presas que ellos no matan, devoran lo que no escogen porque carecen de garras para seguridad del bípedo armado de un látigo, y engullen con el hambre que los obliga a encorvar sus lomos ya escuálidos cansados del maltrato.
Cuanta inocencia puedo medir hoy recordando mis aplausos de niñez sin saber que todo aquel espectáculo, en realidad era el show del maltrato animal más abominable que jamás imaginé.
Como el enternecedor baile de los elefantes en fila india. Y me pregunto ¿Qué tienen que ver con los circos aquellos gigantes y memoriosos titanes que existen solo para ser contemplados en manada sobre la planicie africana llevados de la mano por la ley de la madre naturaleza; Ley que rompemos porque somos las “Bestias más inteligentes?”.
Ya es mucho tener algunos animales en cautiverio, en aquella cárcel para ellos y zoológico para nosotros. Poca excusa es decir que son animales en peligro de extinción, si no entendemos primero, quien es el causante de tan sombría realidad.
Todos los seres vivos de este planeta son libres aceptamos convivir todos con todos y cada uno en su lugar. Pero brotan las pasiones bajas y llamamos deporte a la casería de animales. Qué tiene de deporte matar un ser que no sabe porque lo matan. El deporte es práctica sana y la casería es una peste vesánica que merece el repudio de todo lo racional.
Donde está lo artístico y tradicional, cuando el dorso del toro es clavado una y otra vez y adornado con punzantes banderillas que le desgarran el lomo. El ruedo estalla en aplausos en cada verónica del novillero presto a dar la estocada final y derramar más sangre del cuadrúpedo. Pero cuando la sangre es del bípedo, cuando la res hace volar por los aires al hombre destripándolo en la cogida y desgarrado en cada cornada, el toro es igual matado por la insolencia de sobrevivir en el ruedo. Es que el hombre es "racional", reza todos los días y lo que le paso no se lo merece, pero el animal sí.
Que mente sana puede creer que por un plato de sopa, cabe tanta crueldad en los seres humanos que pescan tiburones o delfines para cercenarles las aletas y volverlos a echar al océano a su suerte donde la muerte con facha de extinción los aguarda.
En que nos estamos convirtiendo? en depredadores cada vez mas perfectos. En salvajes cada día mas tecnificados. Depredar salvajemente nuestro mundo y asesinar brutalmente los animales de este planeta cada día menos azul y más gris, solamente nos asegura el boleto a convertirnos en antropófagos refinados del futuro que parece ser el presente.
Aprecio y respeto a los animales por muchas cosas, y entre esas; porque llegaron a éste planeta mucho antes que nosotros. Porque son pura vida concentrada de vulnerabilidad y hermosura sin caprichos. Porque son fuerza natural que no hace preguntas. Porque no se preocupan del tiempo, porque su tiempo eterno es el presente, Porque saben vivir en un equilibro, sin normas porque no las necesitan.
Y de todos los animales, mi favorito es el perro. Quién no tuvo un perro en su niñez, quien no jugó con su perro en algún parque. Quien no lloro en su niñez abrazado de su perro alguna vez, de ese ser sentimental que te entiende, que te cuida las espaldas, que daría la vida por ti sin medir, que está siempre dispuesto a serte leal toda su existencia. Hasta el miserable de Hitler amó a su perro Blondi.
Quizás algún fatuo del progreso recúlelo piense ¿Para qué tanto escándalo? si son solo animales por los que nadie va a reclamar. Primero estamos nosotros los hombres, el ejemplo de la creación de Dios.
Nuestros antepasados arrancaron el planeta solo para nuestra especie, hay que asegurarse de que todo siga igual.
Estoy seguro que esos son capaces rezar en misa y patear a un perro si mea la alfombra falsamente persa, de amar a su prójimo y aplaudir a un torero, de cazar por deporte y ponerse una boa alrededor del cuello y, en fin, suponer -como suponen todos los imbéciles- que el hombre es el rey de la creación.
La verdad ¿quién es más bestia el hombre o el animal? Pues el hombre, como dicen “la piedra no puede ser más piedra” y el animal no se puede animalizar más. Pero el humano sí se puede humanizar o deshumanizar.