Gota

Me encanta disfrutar de las cosas a mi manera, y algunas veces a las formas que tienen los demás. Ahora que vivo encaprichado y contento en mi soledad, la paz de la reflexión me da el tiempo apasionado para escribir ensayos como antes, hasta que decidí cagarlas. Pero hoy el júbilo de la paz ha vuelto, el gozo del eco de mi espacio ideal me vuelve a abrazar y a besar.

Pero estos gozos y disfrutes me han traído un acompañante odioso, un recurrente infame, un aguafiestas que está dispuesto a visitarme luego de brindar y comer parrillas jugosas o embutidos manjares; es la hiperuricemia más conocida como “gota” que muy dolorosamente me hace saber que he pasado la luz roja, qué debo hacer dietas, ejercicios y declarar interdictos los placeres del paladar porque tengo sobrepeso y porque eso en estos tiempos es un pecado que te condena a la crítica de los sanos, a la burla de los atletas de lo correcto y a la dictadura de las modas fútiles.

Porque si como lo que me gusta, soy un suicida que juega con un revolver a la ruleta rusa del colesterol y con balas de ácido úrico directos a la sien. Si no haces ejercicio como recomiendan los que no tienen otra cosa que hacer eres un réprobo, y los mariquitas del gimnasio te dirán en coro: ay fo! …estas gordo.

Cuando la gota asoma, yo me asomo al Seguro Social, donde esa mezcla extraña de cariño y odio se entrelazan en la sonrisa de enfermera, mientras se recursean, persuadiéndote a tomar magnesio porque si no lo tomas te puede ir muy mal. También están las técnicas limpiapoto vestidas de blanco humo que te recomiendan infusiones de hierbas asquerosas, tés de un verde dudoso que vieron en propaganda de televisión boliviana. Quieren cuidarte el cuerpo recomendándote lo que ven en televisión, en esa herramienta genial que te llena el cerebro de extremas versiones de descerebreramiento. Allí ves los mejor de Otto Kunz y piensas; si me como un tocino en el desayuno, mi arteria carótida será una manguera pisoteada por un búfalo. O ver allí también la rica Coca Cola que es la chispa de la vida para que te mueras emanando, en vez de sangre, mermelada sabor a diabetes.

Esta gota que no es de agua, sino de urea, te obliga a algo que cualquiera no quisiera volver a ver ni oír; a estar frente a esa inquisición de mandil percudido y estetoscopio colgado del cuello que te dice: estás muy mal, tus niveles de ácido úrico están elevados, de seguir así los problemas renales están a la vuelta de la esquina. Como la futileza cuesta menos que la sutileza, solo doy gracias sínicas y me digo en silencio, este galeno sabrá que es un guardián del estalinismo farmacéutico.        
  
Este dolor artrítico, que más parece alarma de advertencia, no es una enfermedad per se, no la produce un virus, la produce los malos hábitos de gula y falta de frugalidad. Como lo padecieron ya desde los años 2250ac. con los Faraones, pasando por Reyes y Papas antiguos a través de las centurias hasta hoy, con lo que la gota resulta ser un mal tan antiguo como las pirámides de Egipto. Quizás sea alguna rencarnación faraónica; talvez tutankamón, o como dice mi hermana: tú serias tutanwebon por dejar que dé gota, yo solo levanto los hombros y digo sin oposición: bueno.

A lo primero que te condena la gota es a la dieta alimenticia, seria genial que los vegetales olieran tan bien como el tocino o el chicharrón, pero es ilusión, con verso y todo. En definitiva, por el propio bien; resulta inexcusable cambiar las bebidas por agua pura, las carnes rojas por pollo y verduras, el ocio por ejercicio, y el desvelo por dormir. Porque allí; ineludibles estarán los que te quieren de verdad y te quieren ver bien, son los que sabes que amas de verdad. Por quienes debes el esfuerzo, la voluntad y la constancia para vivir por ellos, de estar sano para ellos y para compartir con ellos los mejores momentos de la vida.

Porque si no te cuidas, si no estás bien, entonces vienen como enjambre de juzgadores a gritarte, aconsejarte, exhortarte, emplazarte y hasta amenazarte con que te van a matar si no te cuidas, finalmente como jueces darte su veredicto en nombre de tu salud y por tu bien.

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