Muchas veces he admirado y tolerado a personajes de toda ideología, algunos de los cuales sus mensajes me ilustraban el pensamiento. Con el
paso del tiempo me fui dando cuenta que los izquierdistas, los derechistas eran
cacas al terno, de ideología arcaica, o de sindicaleros de extremos falsos y hediondos. Por lo que fui forjándome una idea en el progresismo liberal un tanto alejado de aquello que no cree en el merito ni en un Estado competitivo. Muchas veces no coincidí con los
comentarios o posturas del señor Javier
Diez Canseco, pero siempre lo escuche y admire sus argumentos y sus formas de
sostener sus ideas. Era uno de los pocos socialistas que en verdad respete, y
porque no, admiré.
Creo que hoy la izquierda
o el socialismo en el Perú, ha perdido su último titán intelectual, ya la
izquierda con esta pérdida languidece hacia un cofre de recuerdos que más bien
son olvidos.
La columna que César
Hildebrandt escribió hace unas semanas dice así: “Poco a poco, Javier Diez
Canseco se está yendo. No es pena lo que siento. Es rabia.
Las últimas apariciones públicas de este hombre mayúsculo tuvieron que ser destinadas a defenderse de las acusaciones vertidas por lo peor de la prensa derechista. Y el congreso, donde la sífilis del fujimorismo sigue circulando, se atrevió a sancionarlo con 90 días de separación.
El hombre que había
entregado su vida a luchar contra la corrupción resultaba acusado por los hijos
del pus que González Prada denunciara. Lo de siempre en el Perú: las heces
mandatorias.
La derecha se vengaba.
Los nacionalistas se vengaban. El fujimorismo se vengaba. Nadine Heredia era
una gran vengadora. Así es el Perú.
En "Hildebrandt en
sus trece" hicimos hicimos una investigación prolija sobre las acusaciones
aparecidas originalmente en el “Correo” de Aldo Mariátegui. Eran basura.
Resultaba que no había nada consistente detrás de ellas. Nada sino veneno
arácnido.
Esa era quizá la última
condecoración simbólica que le faltaba a Javier Diez Canseco: ser lapidado por
matones de la prensa, ser expulsado de un congreso mugriento.
¡Te lo merecías, Javier!
Nunca te elevaste tanto
como cuando el odio te mordió. Nunca fuiste mejor que hace unos meses,
defendiéndote de quienes querían tu asesinato mediático. Y era pura envidia,
querido Javier. Tu vida les recordaba su miseria moral; tu elocuencia les
recordaba sus silencios; tu capacidad de indignación ante las injusticias les
recordaba sus complicidades y sus agachamientos.
Tantos años de decencia
tenías que pagarlos. Porque en el Perú la decencia se paga. Y las chusmas
conservadoras se encargan de la cobranza. O te calumnian, o te empapelan, o te
vocean en sus aquelarres a ver si así te embarran. Porque si todos se embarran,
ya no hay barro.
Pudiste ser rico, Javier:
abogadazo, jurisperito de multinacionales. Elegiste ser modesto. Y alegre.
Porque a ti la cumbia te va bien y las chelas también y el goce puro del
momento, de lo más bien. Pudiste ser Robespierre pero preferiste ser un hombre
fiero con la palabra y amable – por lo general – con quienes no estaban de tu
lado.
Y no estábamos a tu lado en muchos casos. Jamás pude entender por qué un hombre tan apegado a los fueros del libre albedrío avaló siempre una dictadura cubana, que para mí es el socialismo contado por George Orwell. O por qué tenías aliados tan falsos y esperanzas tan ingenuas.
Pero siempre hemos dicho
y diremos que has sido un hombre ejemplar, coherente, indoblegable. Un hombre,
en suma. Una lección viviente de armonía entre palabra y acto. Un extraño
ejemplo en un país plagado de impostores.”
Descansa en paz Javier Diez
Canseco, amigo sin conocerte tu aporte fue cuantioso, siempre te escuche y aprendí
mucho.
0 comentarios:
Publicar un comentario