Espíritu navideño

Se puede ser un necio en positivo y pensar al revés del enrevesado modo de pensar del ser humano con hábito consumista; y tratar de ser el envés de su revés.
 
Algo que; valga verdad, resulta siempre ser difícil; es que al final como que uno se va resignando, como que uno se va ablandando, como que uno se va agrietando. Y finalmente entras irremediablemente en el mercado del Nazareno; y compras como loco de remate y gastas como idiota enamorado y te endeudas como irresponsable y todo para cantarle su cumpleaños al niño que de grande odió a los mercaderes y despreciaba a los fariseos, el niño que quería que el hombre fuera otra cosa y condeno todo que lo hoy lo celebra.
 
Un día escuche decir a una mujer muy vieja, que “el corazón de una mujer es un profundo mar de secretos” pero hoy creo que en realidad el ser humano, el hombre es un montón de secretos.
 
Pero voy descubriendo cada día que esos secretos son más bien mentiras; un montón de mentiras aparatosas. Un mar de mentiras en que el ser humano navego en la historia y las centurias. Mentiras de bendición obscurantista: Mentiras al corazón de telenovela. Mentiras a la poca fe; esa fe verdadera que se asfixia en lo toxico de las religiones antagonistas y ultramontanas. Esa fe real que hace falta tanto regalarnos a diario.
 
En fin, se dice uno, si la navidad de los católicos sirve para que nos regalemos y reunamos los que nos queremos y para que extrañemos a los que nos hacen falta, no está mal. Claro, si de eso se tratara. Si se pudiera prescindir de ese panetón empalagoso con ese chocolate caliente y de toda esa tranca pagana que se come a media noche en pleno verano.
 
Pero si tuviera que elegir la mentira más perturbadora, más clamorosa y, en muchos sentidos, más abyecta, elegiría la de la religión; la que nos ha dado esa fiesta en trineo, esa mentira con luz de neón y oferta con intereses de cielo y de cupones, de epifanías y descuentos, pavos horneados a la envidia y desazón de cono marginal.
 
En fin, creo que la realidad nos obliga a regalarnos éstas fechas un poco de verdad al entusiasmo y al amor una dosis de reflexión memoriosa. A la desigualdad de espíritu regalaremos lo más parecido a la uniformidad del corazón dispuesto de par en par sin que exista lo impar.
 
A la envidia le regalaremos un cadalso con horca para que se cuelgue, a la melancolía le obsequiamos una guillotina para que decapite la tristeza y se degüelle a sí misma, a lo sombrío un poco de sol en sonrisa y al silencio regalarle las mejores melodías del heavy metal.
 
A los riachuelos regalarle menos residuos de mineras y más pradera, a la ciudad darle más carretas a caballo y menos combis y a las combis choferes menos hediondos. A los migrantes del altiplano regalarles un pasaje de regreso a sus tierras con todo e hijos que hubieran hecho aquí. A Tacna le regalaría un país que la quiera y no la ignore.
 
A la alegría le regalaría la energía inacabable de un niño, a la autoestima un rascacielos para que pose su sencillez en lo más alto. A Dios le regalaría un manual del escepticismo sin editar y una enciclopedia de la farsa con mayúsculas.
 
A Jesucristo le regalaría una máquina del tiempo para que reescriba su revolución y sepa los errores políticos que cometió, también le regalaría en vez de un pesebre un lecho donde haga el amor con María Magdalena que el Papado ultramontano niega siete veces siete. Y a la estrella de Belén obsequiaría un astrónomo sumerio para que diga toda la verdad.
 
A los fanáticos de la actual izquierda política sería bueno regalarle un poco de derecha y a la derecha un tiburón blanco de siete metros. A los comunistas sobrevivientes, una réplica del único muro que la demagogia igualitaria no podrá derribar: la Gran Muralla China.
 
A los otros fanáticos les obsequio un poco de razón. Al perdón, sabiduría. Y a la sabiduría un poco de tristeza, es que siempre escuche que los sabios llevan la melancolía vestida de novia triste porque la soledad es su amante.
 
A la tristeza no le regalo nada. Porque nada necesita la tristeza.
 
A éste planeta le regalaría otros seres humanos que lo habiten, y a los existente los enviaría en capsulas al deshecho espacial con dirección, sin escalas, derechito al sol.
A mis amigos les regalo los mejores parabienes envueltos en deseos de corazón. A los que se consideran mis enemigos les regalo de todo corazón una tarjeta escrita que le recuerde que son unos “chupacacas”.
A mí, me regalaría un poco de más tolerancia y menos hipocresía, finalmente creo saber de dónde viene todo esto, y creo imaginar donde va. También me obsequiaría un vademécum para aprender a decir “no”.
Al final solo soy un grano de arena en esta playa llena de cangrejos… solo me resta decir: Feliz navidad y un prospero año nuevo; aunque sepan que seguirá siendo siempre lo mismo.
Feliz año nuevo… somos playa.

Mejor mayor, Mejor menor


Vivir amoríos incontemporáneos adrede, han disipado las perplejidades a las  que apaleaba mi corazón enamoradizo, y han provisto de  brillo mi visión de la mujer a algo que creo más diligente.

Esta edad efímera de juventud moza y mente fría me han reservado idilios de desiguales edades, de muchos y de pocos abriles, y hasta de problemas serios hasta lo severo y cosas estúpidas hasta el desparpajo.

Esta edad fugaz y zascandil, pero de ideas muy claras, donde uno se forja en serio su futuro. Se ve lamentablemente en muchos casos, que también es edad de muchachada con piel de borrego y sesos de aserrín, de “si la mayoría lo hizo, también debo hacerlo” es esa juventud de pies juntillas y ojos cerrados. Por suerte habemos algunos emancipados de pensamiento y sacudidos de todo lo inútil y engorroso de las “tradiciones”, hasta el mismo Basadre lo decía en su “Carta a la Juventud”.  

Para ser lo que uno desea ser y ser el mejor, ésta edad es precisa. Y para amar y ser amado ésta edad es perfecta. Sin el resquemor moral del maridaje, amarrador de espíritus independientes y sosegador de corazones francos. Porque está probado que el amor y el matrimonio se parecen tanto como el vuelo de ave y el pesado grillete, en esa ilusión absurda convertida en resignación asfixiante.

El trajín de la vida me reservo amores de todo calibre. De cuarenta bien vestidas, sexys e inteligentes que amé por su madures, por la certeza de tener cubierta su cota de relaciones importantes y compromisos irrenunciables. Me confirmaron que ser para ellas un amante posesivo y absorbente, es ser lo que más detestan y es lo que más detesto ser. No obstante debo subrayar “inteligentes” porque aun después de los cuarenta, aunque no lo crean, existen maduras de cuerpo y verdes de cerebro.

Mis amores de veinte me robaron ternura y simpatía, pero también me regalaron sus inocencias y alegrías. Eran las que sin avisar aparecían donde no debían. Las que debí recoger de la U cuando el trabajo me absorbía, porque en caso contrario el berrinche era inminente. Siempre sus pláticas fueron para mí un festejo de risas a su ingenuidad, y mimos de compasión a sus preguntas.

Cuando salgo con las de veinte, me adornan con su belleza y me alegran con la frescura de su personalidad, un paseo con amigos en carro por el centro las hace sentir sexys cigarrillo en mano. Una noche en el Eurobar las parrandea en excitación. Un osito de peluche las emociona. Un paseo de la mano por la alameda las hace feliz y una caminata por la orilla de la playa al atardecer las hace suspirar. Todo regocijante y ameno según el peculio de ocasión. Por que para ellas el ideal de caballero es la trasnochada pedagogía de mamá: “él es hombre y si te quiere, que te invite”.

Mucha discreción, una buena botella de vino en una habitación con cama de agua es el regocijo para las de cuarenta. Se burlan de las parrandas en discoteca. Les parece atorrante pasear de la mano por la alameda y demasiado cursi la orilla del mar al atardecer. A las de cuarenta no necesitas confesarle tus pecados, ellas los saben y te dicen las cosas francas y directas. Disfrutas de lo más fino sin importar el peculio, porque si falta ellas cuentan con el suyo.

Embelesarse haciendo el amor con la de menos abriles es el placer de la fragilidad en flor de veinte. Es entregarse en cuerpo y alma para ellas. Es darse al amor de su vida y sentirse amadas por quien las ama. A las de veinte el orgasmo les es inédito y apasionante hasta el trance por la senda del remordimiento por lo que dirá papá, o lo que iré a pensar yo, cuando en realidad nada de eso importa.

Hacer el amor con las de cuarenta es desbordar lo viril en la pasión cuando arde sobre la cama, es ser el toro que desean y contar cuantos orgasmos sintió hasta ser el mejor de todos, porque su experiencia es comparativa.

El sexo con la de veinte es sutil, dulce y amoroso, con la de cuarenta es súbito, ardiente y apasionante.    

La de veinte procura revisar tu celular y tus mensajes creyendo que no te percatas de ello, signo de su inseguridad y traviesos celos que provoca abrazarla con cariño acariciando sus cabellos con una delicadeza que las calme. A la de cuarenta le resulta inusual molestarse por ello, pero si algo la ofende no duda en disparar un bofetón, solo eso parece darles el sosiego ante algún comentario idiota.

La de cuarenta te platica seriamente sobre su divorcio y de la comodidad de volver a sentirse independiente. La de veinte te habla de la ilusión de casarse de blanco y anhela el matrimonio delirando ser lo más sublime de su existir.

A las de cuarenta les importa poco lo que opines de sus actividades, ya son profesionales en su quehacer. Cuando daba mi parecer, siempre se mostraban seguras de sí mismas y esgrimían puntos de vista convincentes. A mi enamorada de veinte debo ayudar en sus trabajos universitarios, carecen de iniciativa creadora. Pero le importa mucho lo que piense del jean que se pone, o si el top es muy escotado o esa foto del facebook. Las de menos abriles, en su simpleza siempre resulta algo entretenidas.

Esta edad que permite flirtear entre mujeres de veinte o cuarenta abriles es el ego que se va en un suspiro, es enseñar y aprender. Es el estímulo ideal de la libertad conferido apasionadamente a la vida. Y la vida es pasajera, por eso apremia vivir forjando lo que uno debe ser, pero sin dejar de darle al cuerpo lo que necesita y desea. Porque como bien lo dicen, la juventud es la época en la que soñamos hacer aquello que en la vejez lamentamos no haber hecho. 

Antes del siglo XVII Jean de la Bruyere dijo: “La mayoría de los hombres emplea la primera parte de su vida en hacer desgraciada el resto de ella”. Entre muchas cosas, creo que la privación, el sedentarismo físico y mental, los cuentos bíblicos de la moral, la abstinencia y la mente obtusa, es lo que más desgracia la vejez, la enclaustra al suplicio de tener muchos años y haber vivido poco.  Todos llegamos a la vejez averiados y destartalados, pero pocos, además, llegan satisfechos y contentos.

Ante el privilegio transitorio de la juventud; he comprendido que una juventud sin goce es una juventud desperdiciada. Si ésta efímera edad me permite gozar de los dulces más añejos y manjares más frescos que el menú de la vida permite escoger sin frugalidad con precios muy altos, cómodos y bajos, los gozaré.

Hasta que los años hagan lo suyo y tenga que conformarme sólo con los recuerdos ó el amor pille mi espíritu libre. Sin arrepentirme jamás que me atreví a deleitarme con lo permitido y lo prohibido.

Halloween

Porqué y desde cuando festejamos halloween –“dulce o truco”, que michi es eso?– me trato de responder; acaso no es la arrimada endogámica de brujas y todos los santos; ó la criollada con sus muertitos, la cervecita y la sacada de vuelta, con persignada incluida.

Un país que se dice milenario y rico en tradiciones propias, porque tiene que festejar culturas foráneas y celebraciones paparruchas tan vacías –es la esencia de nuestra aldea global cada día más sumida en lo opiáceo del paganismo- creo, sin ánimo de pecar de racismo, que festejar “halloween” en Perú con indígenas, es como pretender que festejen el “Inti Raymi” en Irlanda con celtas indoeuropeos.

Es fácil adoptar una fiesta venida de un continente acostumbrado desde hace más de 3000 años a conquistar, y es más fácil todavía, trabajar en calderilla por una celebración totalmente extraña en un país condenado desde siempre a ser conquistado. Sí hoy nos conquisto el “reggaetón” o el “baile del caballo”, mañana nos podría conquistar cualquier cojudez.

Es importante aprender otros idiomas en esta carrera de globalización, pero no otras costumbres. Nadie tiene derecho a destruir idiomas, a diferencia del capricho de nosotros de autodestruir el nuestro.

Gozamos de un ansia supertarada y autodestructiva de maltratar el idioma castellano, idioma hermoso – traído con la conquista, dicho sea de paso – cuando pretendemos agringar nuestra jerigonza castiza con la exquisitez de lo estúpido diciendo “sorry” por decir “disculpa” ó “plis” por decir “por favor” ó “stickers” a los “autoadhesivos” ó en la calle al saludar a un amigo, decimos “habla brother” ó decimos “comics” a las “revistas de chistes”, a los “carteles” decimos “posters”, al “centro comercial” llamamos “shopping center”, así como “flyer” a los “panfletos” y hasta “gays” a los “maricones” son algunos de estos anglicismos asumidos alegremente en ésta cultura del remedo. En este paraíso de la jerga sobre la jerga. Y del castellano más puro y peor hablado. Si no ojéense “El Habla Culta” de Martha Hildebrandt.

De la misma manera adoptamos la “noche de brujas” o “halloween” en nuestras celebraciones de por sí paganas hasta los forros. Y como siempre y como todo, comercialmente exitoso, qué es el sello de garantía que las tradiciones son idolatría de mes morado a la testarudez de la nada mientras una sobre otra suenen las monedas de la venta del día.

Las tiendas de disfraces triplicaran sus arcas por un día. Las confiterías hacen su agosto en un día de octubre. Los niños son felices -que es lo único bueno de éste día– aunque no sepan que festejan. Las discotecas con fiestas de terror se divulgan para los atorrantes. Los criollazos hincharan las tripas hartas de cerveza al son de “guitarra y cajón”, que siempre fue como uno solo, igual que “borrachera y criollismo”. Las viejas criticonas rezarán a todos los santos y a sus muertos, mal hablando de los que viven optimistas y sin culpas. Y a los muertos no les interesará si los recuerdan, porque ellos ya están en el mundo del sueño eterno y la paz perpetua, que creo es un modo somero de describir la muerte.

Para el calendario celta halloween es la fiesta de Samain e inicio del invierno europeo, llegado a Norteamérica por inmigrantes irlandeses adoptada como jácara por los Estadounidenses e imitada sumisamente por aquellos analfas que piensa que EE.UU. es la panacea de las ilusiones y que el sueño americano es el que Santa Claus Coca-Cola en mano, nos clava trineo y todo al inconsciente cada año. Total a nadie le importa que remedemos una fiesta hasta para los norteamericanos absurda.

Me imagino que pensarán: estos cholitos se autocolonizan solos, que es otro modo de conquistar y convertir al Perú en el patio trasero de Estados Unidos.

Happy day of halloween alienated.

La bestia y el animal

Me considero un adulto lo suficientemente preocupado por sí mismo que sabe, que una de las cosas que me hace mejor y que nos permite avanzar como humanos; es el amor a los animales. He recordado con cierta congoja a la que fue mi última mascota; mi perro príncipe. Por suerte, no tuvo la suerte de esos pobres “perrillos de indias” que usan los universitarios y que San Roque parece haber olvidado.

Pero la indignación de lo que vieron mis ojos, casi me cuesta romper mi laptop, he irremediablemente vuelve a surgir esa misantropía que trato de sujetar dentro de mí en vano. Mientras observo circunspecto como los estudiantes de la Universidad Popular “Jorge Basadre Grohmann” van degollando a esos perros dormidos contra su voluntad, cercenados con malicia de saber cómo es por dentro para aprobar tal a cual curso.

Pero de otro lado; esos carniceros que parecen estudiantes de medicina, no tiene la culpa de aquello. Ellos también son víctimas, como los perros que destripan, de éste sistema educativo “superior”. Ellos han caído en ese saco roto de la oferta y la demanda estudiantil de carreras “profesionales”, en esa ruleta sin premio que son las universidades, ofreciendo carreras, cuando apenas y cuentan con infraestructura básica para algunas. En fin ese es otro tema.

Pero viendo esto he recordado todo aquello que me exaspera de la bestia mayor contra los animales. Como cuando lo que de niño siempre visitaba alegre popcorn en mano ante la parafernalia circense. De adulto me indigna saber de mala tinta lo que realmente ocurría y ocurre.

De niño me impresionaban aquellos leones de melena orgullosa, pero hoy me impresiona más saber que estas fieras nacidas libres para ser los reyes de la llanura africana, son reyes de dos metros y medio por un metro de jaula. Cuantos rugidos, son rugidos gemebundos de aridez y estrés porque no son ni están en lo que naturalmente les reservo su existencia. Comen las presas que ellos no matan, devoran lo que no escogen porque carecen de garras para seguridad del bípedo armado de un látigo, y engullen con el hambre que los obliga a encorvar sus lomos ya escuálidos cansados del maltrato.

Cuanta inocencia puedo medir hoy recordando mis aplausos de niñez sin saber que todo aquel espectáculo, en realidad era el show del maltrato animal más abominable que jamás imaginé.

Como el enternecedor baile de los elefantes en fila india. Y me pregunto ¿Qué tienen que ver con los circos aquellos gigantes y memoriosos titanes que existen solo para ser contemplados en manada sobre la planicie africana llevados de la mano por la ley de la madre naturaleza; Ley que rompemos porque somos las “Bestias más inteligentes?”.

Ya es mucho tener algunos animales en cautiverio, en aquella cárcel para ellos y zoológico para nosotros. Poca excusa es decir que son animales en peligro de extinción, si no entendemos primero, quien es el causante de tan sombría realidad.

Todos los seres vivos de este planeta son libres aceptamos convivir todos con todos y cada uno en su lugar. Pero brotan las pasiones bajas y llamamos deporte a la casería de animales. Qué tiene de deporte matar un ser que no sabe porque lo matan. El deporte es práctica sana y la casería es una peste vesánica que merece el repudio de todo lo racional.

Donde está lo artístico y tradicional, cuando el dorso del toro es clavado una y otra vez y adornado con punzantes banderillas que le desgarran el lomo. El ruedo estalla en aplausos en cada verónica del novillero presto a dar la estocada final y derramar más sangre del cuadrúpedo. Pero cuando la sangre es del bípedo, cuando la res hace volar por los aires al hombre destripándolo en la cogida y desgarrado en cada cornada, el toro es igual matado por la insolencia de sobrevivir en el ruedo. Es que el hombre es "racional", reza todos los días y lo que le paso no se lo merece, pero el animal sí.

Que mente sana puede creer que por un plato de sopa, cabe tanta crueldad en los seres humanos que pescan tiburones o delfines para cercenarles las aletas y volverlos a echar al océano a su suerte donde la muerte con facha de extinción los aguarda.

En que nos estamos convirtiendo? en depredadores cada vez mas perfectos. En salvajes cada día mas tecnificados. Depredar salvajemente nuestro mundo y asesinar brutalmente los animales de este planeta cada día menos azul y más gris, solamente nos asegura el boleto a convertirnos en antropófagos refinados del futuro que parece ser el presente.

Aprecio y respeto a los animales por muchas cosas, y entre esas; porque llegaron a éste planeta mucho antes que nosotros. Porque son pura vida concentrada de vulnerabilidad y hermosura sin caprichos. Porque son fuerza natural que no hace preguntas. Porque no se preocupan del tiempo, porque su tiempo eterno es el presente, Porque saben vivir en un equilibro, sin normas porque no las necesitan.

Y de todos los animales, mi favorito es el perro. Quién no tuvo un perro en su niñez, quien no jugó con su perro en algún parque. Quien no lloro en su niñez abrazado de su perro alguna vez, de ese ser sentimental que te entiende, que te cuida las espaldas, que daría la vida por ti sin medir, que está siempre dispuesto a serte leal toda su existencia. Hasta el miserable de Hitler amó a su perro Blondi.

Quizás algún fatuo del progreso recúlelo piense ¿Para qué tanto escándalo? si son solo animales por los que nadie va a reclamar. Primero estamos nosotros los hombres, el ejemplo de la creación de Dios.

Nuestros antepasados arrancaron el planeta solo para nuestra especie, hay que asegurarse de que todo siga igual.

Estoy seguro que esos son capaces rezar en misa y patear a un perro si mea la alfombra falsamente persa, de amar a su prójimo y aplaudir a un torero, de cazar por deporte y ponerse una boa alrededor del cuello y, en fin, suponer -como suponen todos los imbéciles- que el hombre es el rey de la creación.

La verdad ¿quién es más bestia el hombre o el animal?  Pues el hombre, como dicen “la piedra no puede ser más piedra” y el animal no se puede animalizar más. Pero el humano sí se puede humanizar o deshumanizar.

Por suerte; “el mejor regalo que la naturaleza le ha dado al hombre; es la brevedad de su existencia” como decía el viejo Gayo Plinio Cecilio.

Sus pequeñas cosas (reeditado)

Oye papá, que es un blog?, me pregunta mi hijo mientras caminamos por la alameda; seguro lo escucho en algún lugar. Yo le digo: sabes hijo Yo tengo un blog. Enséñamelo quiero ver como es; me replica él inmediatamente. Al final cuando le muestro el blog, el me dice en una opinión muy juiciosa y absorta; que es aburrido. Yo solo lo miro y sonrío resignado.

Es que mi hijo está creciendo, es un niño íntegro y afable, me dice las cosas que piensa y la idea que tiene de las cosas claramente, algo que me da gusto, sobretodo que sea sincero conmigo. Muchas veces me pongo a pensar meditabundo mientras él juega y corre, si yo hubiera sido como él en mi niñez, seguro mi padre hace rato me hubiera mandado dormir de dos o tres correazos. O si le dijera lo que pienso de algo que contrariara su juicio de las cosas, seguro me ganaría más de un bofetón.

Las cosas han cambiado mucho, quizás siento que soy con mi hijo lo que mi padre nunca fue conmigo. Quizás por eso siento que tengo un amigo, que a la vez es mi hijo. Al llegar a mi casa lo llamo: Ian! Hijo! Ven!... te voy a leer una historia que escribí en mi blog cuando tu tenias dos años. Mientras él se sienta en mis piernas.

Dice así:

Lo conozco solo hace dos años, y ya no puedo admitir mi vida sin él, no sé qué haría si no estuviera.

Yo le digo que no, te puede hacer mal; y él se enfada por que no le compro el “cua cua” o el “pulpin” que tanto le gustan. Y le digo: - Iancito, por favor, no me hagas renegar –  el frunce en seño. Me hace reír.

Salgo del trabajo agobiado y con hambre. Llego a mi casa a almorzar por la tarde y mi hijo grita y llora, está con un genio de los mil demonios. No le da deseos de comer y hace lo que le viene en gana. Yo lo reprendo y le digo que obedezca; el rezonga unas palabras en voz alta que no le entiendo que me hacen reír.

El quiere jugar con agua, le encanta jugar con agua. Yo le digo que basta, porque se puede enfermar. Lo distraigo con otra cosa; le armo un castillo con las piezas de su playgo y sus juguetes, él se enerva y derriba todo lanzando las piezas del lego por todos lados. Yo lo reprendo le digo que eso no se hace, y mi mamá me dice que yo a esa edad era igual, así que debo tener paciencia.

Lo voy a recoger a casa de su madre para pasar el día juntos, y su madre me dice que se porto mal, que no hace caso y solo quiere hacer su voluntad. Me pide que hable seriamente con él; y Iancito se despide de su madre con un besito y me apura a salir. Cuando salimos, corremos y nos divertimos tanto que se me olvida que debo hablar con él. Le digo que luego hablaremos seriamente y a él parece no importarle.

Quiero comprarme un par de zapatos en D’moda, como son caros debo ahorrar un poco. Pero de pronto debo comprar alguna medicina o alguna cosa para Iancito; y las medicinas son costosas y algunas cosas no las encuentro en baratas, así que dejo los zapatos para otra ocasión. Primero es mi hijo.

Su madre me dice que Iancito debe tomar unas vitaminas para el invierno que se avecina, para combatir su alergia al clima frío, que dicho sea de paso lo ha heredado de mí. Las vitaminas son caras, pero mucho más caro es llevarlo al médico y ver su receta, así que mejor lo primero.

A Ian lo invitan a cumpleaños, va con su madre y muchas veces también yo lo llevo. Le digo que me acompañe a comprar el regalo para el cumpleaños – mala idea -  debo comprar un regalo y algún juguete para él, le compro algo modesto pero lindo. Iancito se alegra, me divierte verlo a él divertirse, hasta que rompe el juguete que apenas acabo de comprarle. Me dicen: los niños son así.

Con su madre nos sentamos en charlas muy largas sobre mi hijo. Tenemos una buena relación, aunque no faltan siempre esos altibajos que ésta responsabilidad de padre trae consigo y que es nueva para mí, pero que trato de forjar lo más indulgentemente posible.

Y no me es muy difícil porque la madre de mi hijo es una gran mujer. Mi hijo siempre esta como un anís, su madre se preocupa mucho de él, como debe ser. Ella me trata bien, me ofrece siempre algo de tomar o de comer, Yo trato siempre de estar bien con ella, de hacerla sentir bien, de hacerla sonreír. Necesito saber que está bien, que está contenta, que está ilusionada por la vida.

Es que ella sabe que se equivocó conmigo, me lo dice siempre que se molesta. Pero el azar del destino entreveró nuestras vidas de un modo que ya es definitivo por nuestro hijo, y por eso sabe también que a estas alturas lo mejor es aceptarnos como somos y aprender a respetarnos a pesar de todo, de su modo de pensar, y del mío que ella no entiende y reprueba, pero que es mi manera de ver la vida.

Ahora pienso, hubiera sido tan fácil que ella eligiese odiarme. Pero ella entendió, sabía que honraría a mi hijo, que yo jamás iba a ser un mal padre, un padre malo, egoísta, degenerado, un padre ausente. Por suerte ella creyó en mí y creo que al no defraudarla ella se hizo más fuerte y más sabia y en cierto modo también encontró unas formas más serenas de felicidad que quizá le hubieran sido negadas si hubiese elegido el camino de la dureza y el rencor, si hubiese decidido ser mi enemiga, como de seguro alguna vez esas “amigas” le aconsejarían muchas veces.

Mi hijo en sus dos años, me ha enseñado muchísimo y ha madurado lo que yo en mis treinta años jamás imagine. El sabe que lo quiero mucho, aunque despedace mis cosas, raye mis Cd’s, destroce los ceniceros de mi casa, rompa los pocos adornos de mi sala, malogre mis celulares y tenga que soportarle sus berrinches sin motivo propios de su edad.

No importa nada de eso, cuando llego a mi casa cansado de trabajar, agobiado por los dilemas que a nadie le faltan, cuando estoy tan solo con ganas de desaparecer de este mundo, cuando nada de voluntad me queda; abro la puerta de mi casa entro y con su vocecita me dice: Papá! Papá!... y corre asía mí y me abraza, yo lo cargo, lo beso y le digo que lo amo, el me sonríe y con un besito me hace el hombre más feliz del mundo.

Que te pareció.

Pregunto a mi hijo, a lo que él me responde en silencio con un abrazo; diciéndome: sí que era travieso. Mientras yo sonrío emocionado abrazándolo, escucho al oído: papá te quiero mucho.

Sé que aprenderás muchas cosas más en la vida hijo, yo solo espero estar a la altura de todo aquello en lo que me toque enseñarte. Pero no sabes cuánto tú me has enseñado a mí en todo éste corto tiempo. Y me dado cuenta que a pesar de considerarme un libre pensador. De pretender saberlo todo. De tratar de entender todas las cosas. Aun tengo mucho que aprender y tanto que recorrer. Algo que espero de corazón hagamos juntos hijo, hasta que mis pasos no puedan más, y éste cuerpo deje volar mi alma para velar por ti, contemplándote desde alguna estrella, y poder acariciar tu frente madura como un soplo suave de brisa nocturna.

Al final luego de un pequeño lapso de silencio me dice: Papá, qué quieres que te regale por el día del padre?  Yo le respondo; mi mejor regalo eres tú, y el sonríe con una mirada brillosa.

Temblor!!!

Es un sobresalto de mal pronóstico y madrugador. La madre naturaleza, zarandeando el dedo índice, parece decirnos que al extremo sur le perdonó la vida. Por ahora.

Esta sabia madre tiene como instrumento castigador, cual si fuere una palmeta ominosa de teacher; al temblor. Que parece un roce casi libidinoso de placas tectónicas excitadas por la aurora del amanecer. Algo que definitivamente nos recuerda que somos parte de todo y no únicos en esta tierra.

En este lugar, al que creemos que sometemos a nuestro antojo. Al que le chupamos la sangre en forma de recursos naturales. Donde abusamos de los recursos forestales. En el que nos violentamos por los recursos petrolíferos. Donde nos convertimos en auténticos kamikazes de la globalización que ni Takijiro Onishi hubiera imaginado y llevados por el capitalismo industrial a un solo grito en “misión bien cumplida” hacia la destrucción de este planeta azul, cada día más gris,  hasta comernos en galletitas.

La madre naturaleza tiene sus propias leyes, es sabia en su aplicación. Como una jueza a martillo esgrimido mantiene el equilibro natural de la flora y la fauna, con sus cambios naturales. Ese equilibrio que como mosca en la sopa, va echando a perder el humano.

Es algo que el bípedo pretende avasallar con ahínco. Pero que la sabia naturaleza alecciona muchas veces severamente. Haciéndonos padecer nuestro crecimiento demográfico en desproporción y desorden a la pobreza inminente.

Construimos caseríos inmensos donde un derrumbe, un huayco, un maretazo, un desborde de río o un terremoto lo desaparecería de un plumazo. Vivimos en un país tan hermoso como implacable. Con paisajes preciosos y volcanes ansiosos de erupcionar. Con playas hermosas y tsunamis prestos a arrasar. Con ciudades históricas y suelos ávidos por retemblar.

Somos un país dotado de hermosura, muy lindo pero con un cinturón de fuego bien ceñido a la cintura que hoy nos recordó que no estamos preparados para llevar lo que cargamos irremediablemente ahora más que nunca, el peso de ser una zona de alta actividad sísmica.

En el Perú hay registros de sismos que dieron lugar a gran destrucción; entre los más grandes se encuentra el sismo de Lima  del 28 de octubre de 1746. Según descripciones de la época, el sismo tuvo una duración de varios minutos o de "más de tres credos mal rezados". Un Tsunami posterior arrasó el vecino puerto del Callao, pereciendo cinco mil personas y desapareciendo miles más. Sin contar el terremoto de Ancash de 1970 y otra vez Lima en el año 1976. El de Moquegua, Arequipa y Tacna del año 2001. Y muchos más.

Un buen remezón sureño de seguro se nos avecina, y la sabia madre naturaleza ya parece avernos dicho aquello  muchas veces - guerra avisada, no mata gente - Así que a dormir con la ropa y zapatillas bien puestas y una linterna en la mano. Ah! sin celulares, porque no servirán para nada.

Estaba fisgoneando una enciclopedia sobre sismología y encontré que la historia cuenta que en América Central las culturas precolombinas pensaban que cuando la Tierra estaba sobrepoblada, cuatro dioses que sujetaban la tierra, la sacudían para retirar la gente sobrante y reestablecer el equilibrio.

Imagínense que eso fuera cierto, que una rara fuerza se encargara de controlar el equilibrio de la sobrepoblacion. Pregunto, quien o quienes desaparecerían inmediatamente? Me respondo. Estoy seguro que se esfuman los asentamientos humanos, los conos y las invasiones.

Acaso en la práctica no es así. Siempre los desastres acaban con los más pobres. Un terremoto le pasaría la factura más costosa a los que menos tienen, es decir a los que sobran en esta sociedad de desigualdades cataclísmicas. Pareciera que esas culturas precolombinas, en su candidez tuvieran razón histórica.

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